"Mi ojo presencia el universo como a un espejo. Su reflejo, dichoso, reposado me contempla".
"Quién vive totalmente en el presente no tiene tiempo para nada más".
Desde la existencia total y abrumadora de la nada, cualquier evento y manifestación es extraordinario sobre todo cuando se acompaña de corazón. La muerte como consejera enseña a apreciar esta belleza de la existencia independientemente de su sabor y carácter. Desde allí, a partir de lo inexistente, todo se vislumbra como mágico acontecer, creado a partir de un vacío total. Es desde esta perspectiva que el presente y todos sus acontecimientos se perciben sin juicios ni conceptos. Lo único que se puede decir es que ocurren eventos, ninguno más valioso que otros, todos igualmente mágicos.
En este "ver" no existe ni el pasado ni el futuro ni nada qué explicar o entender. Es una visión del presente absoluto sin conceptos ni estructuras mentales. Ni siquiera se tiene la noción de que lo que acontece no es azaroso. Eso sería también un concepto; un filtro de intermediación que en esta visión sale sobrando por ser innecesario. Sin embargo, no ocurre por ser innecesario sino porque el punto de referencia en el cual se vive es una inocencia total. Si alguien nos ama, desde esta perspectiva, la belleza de su amor está en el mismo hecho de que sea posible tal manifestación. Sería igualmente bello que en lugar de ser el receptor de ese amor, lo fuera otro. En cualquier otro estado de conciencia lo anterior sería imposible. Solamente desde el total desapego, en un falta de egoísmo absoluto, la manifestación del amor en sí, sin pertenencias, se ve como un acontecimiento sublime.
Vivir la Realidad en el presente es vivir sin la cara de la historia personal pero con su legado. Cualquier acto es el resultado de toda una vida y si el legado de ésta, su enseñanza, ha conducido a darse cuenta de la ineficacia de emplear fórmulas del pasado o asumir juicios y consideraciones surgidos de experiencias previas, entonces el legado es sabio y excelente. No puede concebir una vivencia del presente que acontece solamente cuando todas las memorias del pasado han desaparecido. Biológicamente, lo anterior es imposible. Las memorias siguen allí, pero no su carga afectiva ni sus condiciones matizan la vivencia del presente. Mientras mayor conciencia exista en la vivencia de un acontecimiento, más poderosamente estará inscrito en la memoria. Quien vive totalmente realizado puede recordar más vívidamente los incidentes de su existencia pero éstos pertenecen al pasado y no al presente y no logran influirlo. De hecho, es una ley psicológica probada la que dice que un evento medianamente vivido es el que puede alterar el presente mucho más que una vivencia que se experimentó totalmente con todos sus componentes emociones y cognoscitivos. Las experiencias completas se cierran por sí mismas y de ellas no subsiste nada más por resolver. En cambio, lo que se vive a medias, lo que no se confronta íntegramente no se sobrepasa y tiende a repetirse. Por ello, quien es capaz de vivir el presente es sólo aquel que todo lo ha vivido con integridad en su respectivo momento. Su experiencia en cualquier presente tuvo un nacimiento, una vida completa y una muerte natural. La represión o la negación no conduce a otra cosa más que a la enfermedad. Pero en ésta, familias de memorias sin concluir, se agrupan en núcleos vivos y energéticos que exigen ser manifestados. Puesto que estos núcleos se viven como desorganizadores del yo, se utilizan grandes cantidades de energía personal para mantenerlos callados y silentes. Ésto, lo único que consigue es incrementar la fuerza del núcleo y esto a su vez hace necesaria la aplicación de mayor energía para mantenerlo reprimido. Es un circulo vicioso interminable y estremecedor que conduce, más tarde o más temprano, a la somatización del núcleo y a su manifestación en forma de alguna alteración física. Ahora, el núcleo se ha materializado y se acude a un cirujano para que lo extraiga. Sin embargo, si las raíces del mismo son curadas volverá a aflorar y está vez podrá ser mortal. Nada irresuelto es inerte. Todo requiere de una vía de manifestación adecuada a riesgo de, si no es así, revelarse patológicamente. Quién posea como legado de su vida esta enseñanza, no tiene más remedio que aprender a actuar con total libertad y seguir sus impulsos otorgándoles salidas sanas y verdaderas, acorde con su naturaleza real. En el presen coexisten miríadas de manifestaciones y eventos. Su vivencias requiere de un estar aquí y ahora, íntegro y fresco. Quién domina el presente, viviéndolo con toda intensidad, sin núcleo patógenos ni necesidad de inhibir manifestación alguna, posee una dignidad majestuosa:
"Cuando Subha-Manáva Todeyaputa vio al bendito sentado en los bosques, el Brahman fue conmovido por la bella serenidad de su personalidad que brilló con su máximo resplandor, como la luz entre las estrellas;sus rasgos eran perfectos, refulgiendo como una montaña dorada; su dignidad era majestuosa, con todos sus sentidos bajo control perfecto, tan tranquila y libre de todas las pasiones oscurecedoras, y tan absolutamente calmo con su mente sometida y silenciosamente disciplinada".
Extracto del libro "El yo como idea" de Jacobo Grinberg-Zylberbaum
Los invito a meditar conmigo
El saber es para tod@s
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